El insomnio es uno de los trastornos del sueño más frecuentes en adolescentes, llegando a afectar a un 38,5% de ellos. La transición de niño a adulto implica diversos cambios físicos y psíquicos que favorecen esa privación crónica del descanso.
Como consecuencia, la persona desarrolla múltiples síntomas que afectan a su calidad de vida. Desde la falta de energía en horario lectivo hasta la mayor probabilidad de sufrir depresión e ideas suicidas.
En este escenario, no cabe duda de que tratar el insomnio es necesario y no debe obviarse. Si observamos que los días en los que se duerme mal ya se cuentan por semanas, entonces hay que visitar al pediatra.
Son diversas las causas asociadas a esta patología, así que es esencial contar con la opinión de un experto que evalúe la situación y ofrezca las alternativas terapéuticas existentes.
LO PRIMERO: TRATAMIENTO NO FARMACOLÓGICO
Las malas costumbres son el principal motivo de insomnio en adolescentes. Por ello, la primera opción siempre va a ser la adquisición de buenos hábitos del sueño.
Si el problema persiste, entonces se combina con terapia cognitivo-conductual personalizada (TCCP) y también suplementos naturales para dormir. Hay una gran evidencia científica en torno al tratamiento psicológico de este trastorno. Se ha demostrado que la aplicación de estrategias como la relajación, la meditación o el control de estímulos son muy eficaces para mejorar la calidad del descanso.
MEDICAMENTOS: LA ÚLTIMA OPCIÓN
Si lo anterior no funciona o es inviable para los padres (siempre bajo supervisión medico), se incorpora entonces el tratamiento farmacológico al paquete de medidas. El arsenal terapéutico incluye:
- Melatonina. Es la hormona que se encarga de regular el sueño en el ser humano.
- Antihistamínicos de primera generación: difenhidramina e hidroxicina.
- Benzodiacepinas: clonazepam y flurazepam.
- Análogos de benzodiacepinas: zolpidem y zaleplon.
- Antidepresivos: trazodona y mirtazapina.
- Alfa-agonistas: clonidina y guanfacina.
Se utiliza un fármaco u otro en función del paciente, su contexto y el tipo de insomnio. No obstante, la melatonina es habitualmente el fármaco de primera elección, seguida de los antihistamínicos.
MELATONINA
La melatonina es eficaz en la reducción de la latencia del sueño (tiempo que se tarda en quedarse dormido) y en la disminución de los despertares nocturnos. No interfiere en la producción endógena de la hormona ni en el desarrollo puberal. Tampoco causa adicción.
Se recomienda tomarla de 30 a 60 minutos antes de acostarse, mientras que se desaconseja prolongar su uso más de cuatro semanas. Ha demostrado ser segura durante ese periodo de tiempo, pero no a medio y largo plazo.
ANTIHISTAMÍNICOS Y OTROS
Si el resultado tras ese mes de tratamiento con melatonina no es satisfactorio, se pasa entonces a los antihistamínicos. Son útiles en fases agudas como inductores del sueño: acortan la latencia y reducen los despertares a lo largo de la noche.
Su lado negativo son los efectos adversos. Provocan somnolencia durante el día, mareos y, paradójicamente, hiperactividad. Con el tiempo pueden causar tolerancia, lo que los haría ineficaces.
El resto de medicamentos constituyen los últimos escalones terapéuticos si no hay mejora después de cuatro semanas de antihistamínicos. Son fármacos fuertes que entrañan diversas reacciones adversas. Tanto es así que el pediatra tendrá que evaluar en profundidad la situación y prescribir uno u otro.
También suele valorarse la administración de hierro. Curiosamente se ha visto que su deficiencia está relacionada con hiperactividad motora nocturna, que provoca despertares frecuentes y una reducción del tiempo de descanso.
UN PLAN B: LA FITOTERAPIA
La fitoterapia es una alternativa que se contempla en el insomnio leve o moderado. Existen diversas plantas medicinales que poseen propiedades relajantes e hipnóticas. Por ello se han usado tradicionalmente para facilitar el sueño y aliviar síntomas suaves de tensión nerviosa.
Algunas de las más utilizadas son la valeriana, la amapola de california, la pasiflora, la melisa, la tila y la manzanilla. Sus efectos son ligeros, por lo que suelen presentarse en combinación.
A pesar de que han mostrado ser bastante inocuas, realmente existen pocos estudios que confirmen su eficacia y seguridad en adolescentes. Por lo tanto se recomienda evitar su abuso.
Concluyendo, el insomnio es un trastorno común en adolescentes que necesita ser abordado de forma integral e individualizada por un especialista. Los primeros pasos son la higiene del sueño y la terapia cognitivo-conductual. Después el pediatra decidirá en cada caso si deben combinarse estas estrategias con un tratamiento farmacológico concreto u otro.
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